El suelo es un ecosistema complejo y activo, cuya salud incide directamente en el rendimiento de los cultivos. La estructura, el contenido de materia orgánica y, sobre todo, la actividad biológica, son indicadores clave de su funcionalidad. Comprender y estudiar estos factores permite desarrollar estrategias agrícolas más eficientes, sostenibles y adaptadas a los desafíos actuales.

La microbiología agrícola nos permite explorar este ecosistema invisible pero esencial. A través de estudios metagenómicos, es posible analizar la composición microbiana del suelo, identificar comunidades clave y detectar cambios estructurales ante distintas prácticas de manejo o la aplicación de insumos agrícolas. Complementariamente, los estudios funcionales, como la evaluación de actividades enzimáticas del suelo, nos brindan información sobre el estado biológico del suelo y su capacidad para movilizar nutrientes.

Además, evaluamos la funcionalidad de bacterias promotoras del crecimiento vegetal (PGPB), determinando actividades como la fijación de nitrógeno, solubilización de fósforo, producción de sideróforos, fitohormonas o ACC desaminasa. A través de la identificación y caracterización de cepas microbianas de interés, se abren nuevas vías para el desarrollo de bioinsumos más efectivos y adaptados al entorno donde serán aplicados.

Incluir estos estudios microbiológicos junto a los ensayos agronómicos aporta una visión completa del impacto de un producto sobre el agroecosistema.